Somos presas de hienas ávidas de sangre
que en su colmillo ciñen la incólume codicia
y acumulan estratos de onerosa inmundicia
mientras enarbolan la bandera del miedo y el hambre.
Somos corderos que nos dejamos devorar
por lobos insaciables de la miseria ajena
que como apicultores roban en la azarosa colmena,
sabedores plenos de su impunidad total.
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