martes, 31 de julio de 2018

Cuarenta y cinco

La cadencia del tiempo inexorable
que machaconamente nos transforma
no tiene piedad con esta reforma
que, nueve lustros ha, empezó mi madre.

Cada año, uno más viejo y uno más sieso,
cada año, más ultrajado por la edad
y sin embargo, sin perder la necedad
que el reloj borra con su advenimiento.

Cuarenta y cinco cuento ya, y buscándote
sigo aún, aprendiendo a esperar sin desesperar
y a luchar, aunque a veces no sepa el porqué.

Cuarenta y cinco más te esperaré
para morirme contigo junto al mar,
una tibia noche
que en La Torre sople el nordés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario