Mi esfuerzo supremo es un lamento umbrío,
picapedrero soy y dinamitera hormiga
de tus corolarios y de tus símbolos,
de tus espacios euclídeos y de tus intrigas.
Para tus números, artesano
siempre quiero ser,
para así moldear el amor que te tengo
y manifestarlo tan sublime y tan bello
que al desentrañarte mi cuerpo
y mi espíritu se estremezcan.
Pero sé bien que no he de traspasar
más que algo de tu escamosa superficie,
porque eres densa y sinuosa, esquiva y bella
mi malévola señora de la blanca planicie.
Me conformaré sólo con seguir en nuestras peleas,
con las noches negras persiguiendo respuestas
a las preguntas inmundas de mis otras ciencias
y con el sabor ácido y metálico del fracaso
de este numerista lánguido y enamorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario