Sin ti, yermo estaba y no lo sabía,
hasta que mi barro mortal se topó el fruto
que yacía lánguido, tosco e hirsuto
tirado en un rincón del alma mía.
Poder quererte no es una utopía,
es un regalo de la vida a este bruto
que soy, y seré culpable de este furto
que pícaramente le hice a la vida.
Pero ahora tengo tus oceánicos ojos,
que son dos mares lindos que concentran
toda la belleza de tu mundo indómito.
¿Y qué más podría necesitar este loco?
nada más, mi amada Sonia,
nada más que cada día
me sigas dejando, amarte un poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario